Zacacuautla: ejemplo de lucha donde la comunidad defiende agua y bosque

Pequeños propietarios de la localidad hidalguense denuncian a caciques depredadores

Gobernantes protegen abusos, denuncian

Los partidos políticos, “podridos, no hay por cuál votar”

Hermann Bellinghausen

Enviado

Periódico La Jornada

Sábado 21 de marzo de 2015, p. 33

Zacacuautla, Hgo.

Aquí está unos de los frentes de esa vasta lucha de las comunidades del país en defensa de su agua y sus bosques. Un rincón hidalguense casi enclavado en territorio de Puebla, en el municipio de Acaxochitlán, en la llamada franja otomí-tepehua-nahua de la Sierra Madre Oriental, es escenario de una resistencia auténtica. En Zacacuautla no son indígenas, ni son ejido, sino pequeños propietarios, aquejados por caciques agresivos y depredadores. Los partidos políticos “están podridos, no tenemos por cuál votar”, expresan quienes tienen orgullo por sus bosques, o lo que de ellos queda, y una idea muy clara de que sin ellos y los manantiales que cobijan, la vida misma estará amenazada en la comunidad y la región.

El pueblo, compuesto por unas 600 familias, “toma los bosques como propios, para juntar hongos, pastar animales”, refiere Filiberta Nevado Templos, de la asociación Cuautlalli, hasta hace no mucho conocida como Cooperativa El Ocotenco, organización que defiende el bosque. No sólo: por ejemplo, en febrero reavivaron la tradición del carnaval, alguna vez lucidor y festivo y después casi extinto. Llevan años de batallar organizados. Conocida como Filiberta, ha sido amenazada, agredida, consignada y hasta pisó la cárcel una vez, perseguida por la maraña de poderes entrecruzados que, del municipio a los niveles estatal y federal, protegen la explotación ilegal del bosque y la compraventa de sus terrenos en operaciones fraudulentas.

“Talando a ras de tierra”

Los pobladores se han abrazado a los árboles ante las motosierras y los tráileres de los taladores. Han cavado zanjas, tendido listones. El problema lleva lo que va del siglo, y cada año “ha sido una batalla”. Desde 2000, según El Ocotenco, “una familia ha venido talando monte que no es suyo, primero clandestinamente, y después con permisos obtenidos a partir de la corrupción de las autoridades municipales y estatales. Desde entonces, el pueblo ha mantenido una ardua lucha por impedir la tala. En marzo de 2007 nos dimos cuenta de que estaban talando a ras de tierra, tenían varias motosierras, tractores, trascabos y camiones grandes para sacar la madera, con la firme intención de acabar con nuestro monte”.

Filiberta desgrana el conflicto. El bosque que defienden se encuentra en una propiedad de los herederos de Francisco Gómez García, que la tenía abandonada. “El pueblo la tomaba como bien propio. Ya de años atrás, una familia empezó a talar clandestinamente, invadir”. El pueblo construyó un cárcamo en el manantial con autorización del dueño. Inconformes con la tala, saben que “si no hay monte, no hay agua”. Pero la familia de Gómez García “se desorganizó” y fue sorprendida por los invasores, que en 2002 registraron como propio el predio con documentos apócrifos de 1939. Dicho año Francisco fue asesinado “extrañamente”. Margarita y Pedro Canales Templo acreditaron a su padre Edmundo como el propietario original, en un tiempo en que éste era menor de edad y no residía a Zacacuautla; escudados con eso han ido a tribunales, ganando tiempo, mientras continúa el saqueo irracional.

“El bosque mutilado”, llaman sus defensores a esas 53 hectáreas. En 2003 resulta “donado” a Pedro y Margarita. Luego lo invaden extraños y es asesinado Samuel Cruz Hernández, destacado defensor del monte. En 2005 Pedro Canales derriba cientos de árboles bajo el argumento falso de que están “plagados”; lo denuncia el pueblo ante la Profepa, que le suspende el permiso temporalmente; en diciembre de 2006 obtiene dos permisos de aprovechamiento forestal para talar el monte 10 años; en febrero de 2007 comienza la tala. “No sabíamos que tenían permisos”, recuerda Filiberta. “Pronto dejaron pura tierra, como en una guerra, en cinco locaciones a la vez, sin permisos. Nos opusimos y el gobierno de Hidalgo intervino ‘para que no hubiera muertos’. Los taladores se esfumaron, el gobierno les avisó”.

Benita Canales Ibarra, defensora del bosque y cronista de la lucha (en 2014 El Ocotenco publicó su libro Zacacuautla: vida y rituales) apunta a La Jornada que de 36 comunidades en la zona, “somos la más talada”. Precisa que a los defensores “no nos interesa la propiedad del bosque, sino su cuidado”. A lo largo de la lucha, Benita viene recopilando mensajes en los muros, en las pancartas, en los altavoces. Con ello y el testimonio colectivo reu­nió su precisa bitácora en verso.

Filiberta añade: “Nos llovieron demandas penales”. En 2008 volvieron los taladores. “Trajeron a un grupo de matones, Los Negros, que nos disparaban para alejarnos”. Para “cumplir” con el gobierno, “reforestaron, con puro pino pátula, un monocultivo, y extinguieron seis especies silvestres, como ayacahuite y cedro blanco, toda la fauna y la vegetación. Ya no es bosque normal, parece muerto”. En 2014 tumbaron ocho hectáreas, y la resistencia “logró suspender los aprovechamientos”.

Puertas de metal

Paralelamente, Pedro Canales “vendía” 30 hectáreas a Jorge Reyes Trejo, de Ixmiquilpan, quien a su vez las “vendió” a Modesto Lozano, notario público, casualmente el mismo que había escriturado años atrás los terrenos para Canales Franco, “el ratero originario”. Lozano comenzó a construir en el bosque sin cambio de uso del suelo y puso puertas de metal que los taladores clandestinos abren libremente.

Peligra una red de mantos acuíferos a flor de tierra que abastecen a Zacacuatla, y milagrosamente permanecen intactos en La Pila. En febrero, los defensores del bosque tomaron la presidencia municipal de Acaxochitlán, a cargo del panista Erick Sosa Campos, aunque históricamente domina el PRI. “Todos los alcaldes han sido omisos con nuestra comunidad”. Los pobladores prevén la vuelta del PRI y temen que se instale en el manantial una planta de agua para comercializarla. “Ya fuimos a Profepa, Semarnat, todo, pero las autoridades protegen a esa gente que no tiene derechos sobre el bosque”. En el barrio Tecorral se concentra una pandilla de talamontes armados, coludidos con Pedro Canales y con los taladores del barrio San Miguel. Los enemigos del bosque son de casa.

“La historia aquí no termina”, versa doña Benita, cuya organización promueve las prácticas de salud tradicionales e imparte talleres a los niños con gran impacto en la vida del pueblo. “Decidimos enfrentarnos / con los ladrones Canales, / y lo único que conseguimos / fue demandas a montones. / Y no nada más fue lucha / por el monte y manantiales, / sino también fue de algunos / cuidar su integridad”. No obstante, “Pedro no ganará”.

http://www.jornada.unam.mx/2015/03/21/sociedad/033n1soc