COP22: un papel central a la agricultura sostenible

13 de noviembre de 2016

José Graziano Da Silva

La agricultura, incluida la silvicultura y la pesca, es el sector más amenazado por el cambio climático. A la vez, los sectores agrícolas producen una quinta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Para combatir el hambre y la pobreza, es absolutamente necesaria la transformación de los sectores agrícolas para abordar el cambio climático para la adaptación y la mitigación, y dicho cambio ofrece beneficios y oportunidades considerables para preservar los recursos naturales.

En la cumbre de la COP21 en París, los países adoptaron compromisos sin precedentes para adaptarse y mitigar el cambio climático. El acuerdo reconoce "la prioridad fundamental de salvaguardar la seguridad alimentaria y poner fin al hambre, y las vulnerabilidades particulares de los sistemas de producción de alimentos a los impactos adversos del cambio climático". Esto se refleja en los compromisos de los países donde los sectores agrícolas son una prioridad destacada.

Ahora, en la COP22 en Marruecos, tenemos la oportunidad de hacer avances significativos, haciendo de la agricultura una parte esencial de la solución.

La transformación hacia una agricultura sostenible requerirá soluciones a medida y un entorno propicio, recursos y tiempo. Los principales productores mundiales de alimentos incluyen alrededor de 500 millones de pequeños agricultores y agricultores familiares que se dedican a una gran variedad de prácticas agrícolas y viven en distintas condiciones ambientales. Como resultado, no hay una fórmula única para la sostenibilidad.

Por ese motivo, es crítico desplegar rápidamente el apoyo para esa transformación.

Julio y agosto de 2016 fueron los meses más cálidos jamás registrados en la historia. Este hecho subraya la necesidad urgente de redoblar enormemente nuestros esfuerzos en el tema climático.

Lo bueno es que un cambio radical hacia una agricultura inteligente respecto al clima es posible, y los pequeños agricultores rurales —que son los más vulnerables— no sólo pueden adaptarse sino contribuir activamente a la estabilización del clima global.

Para hacerlo eficazmente necesitarán apoyo, ya que no tienen reservas para invertir en nuevas prácticas agrícolas. Cuanto antes comencemos a concentrar las acciones en las personas de las zonas rurales de los países en desarrollo, mejor. No hay tiempo que perder, ya que los efectos adversos del cambio climático en los medios de subsistencia agrícolas se verán cada vez más afectados en el África subsahariana, el Asia meridional y los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDS, por sus siglas en inglés).

Hay muchas ideas viables y asequibles para actuar sobre el clima, que van desde las prácticas eficientes utilizadas en agroecología y aquellas las que se describen en los enfoques de Agricultura inteligente respecto al clima y Ahorrar para crecer de la FAO, a las técnicas como un mayor uso de cultivos de cobertura fijadores de nitrógeno y métodos para reducir las emisiones de metano que se derivan del cultivo de arroz o de la cría de ganado.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) apoya activamente a los países en estos esfuerzos variados, que van desde la mejora de la fertilidad del suelo, al uso eficiente y sostenible del agua, la gestión de las distintas variedades de cultivos y ganado, pasando por la protección de la biodiversidad y la ayuda a los Estados miembros a desarrollar capacidades técnicas y políticas.

El acuerdo sobre el clima de París, el primer acuerdo climático mundial jurídicamente vinculante, reconoce explícitamente la importancia de aprovechar la acción climática para impulsar el desarrollo sostenible, algo que los sectores agrícolas están en una posición única para hacer. Es esencial que mantengamos aprovechemos el ímpetu de este momento.

Dado que las comunidades rurales de los países en desarrollo son las menores responsables del cambio climático y las más expuestas a sus efectos adversos, permitirles ser capaces de responder a él es a la vez un deber y un interés colectivo.

Harán falta inversiones públicas y privadas urgentemente. Los beneficios de una acción inmediata superarán ampliamente el coste a corto plazo.

En este momento, ya hay disponibles nuevas formas de financiación como el Fondo Verde para el Clima. La financiación internacional y pública para la adaptación y mitigación del cambio climático en la agricultura debe ser catalizadora de flujos aún mayores de inversiones nacionales y privadas. Y, dado el gran potencial para erradicar el hambre y la pobreza y contribuir a la mitigación del cambio climático, se debe canalizar más financiación climática hacia una agricultura sostenible.

Lo que realmente hace falta ahora es voluntad política, compromiso con la ejecución y coherencia política. Si no actuamos ahora, no podremos erradicar el hambre y la pobreza para 2030, como se prevé en los Objetivos de Desarrollo Sostenible mundiales. Y lo que es peor aún, aún más gente —hasta 122 millones de personas más— podrían enfrentarse a la desnutrición en 2030, cosa que no sucedería si no se diese el cambio climático.

Marrakech puede y debe convertirse en el lugar en el que asignamos a la agricultura el papel central que merece en la solución de la triple amenaza del hambre, la pobreza y el cambio climático.

Director general de la FAO

http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/colaboracion/jose-graziano-da-silva/nacion/2016/11/13/cop22-un-papel-central-la