Mactumactzá: el renacer del cerro de las once estrellas

25 de mayo 2021
La Jornada

Cuatro veces las autoridades han cerrado la Escuela Normal Rural de Mactumactzá (en Chiapas) y cuatro veces ha renacido. Así sucedió en 1935, 1942, 1946 y 2003. La tenacidad y la lucha de sus alumnos y egresados, y de las comunidades de las que provienen, la hicieron retoñar.

Lo que hoy es Mactumactzá (el cerro de las once estrellas, en lengua zoque), comenzó a funcionar con el nombre de Escuela Normal Rural de Cerro Hueco, el 24 febrero de 1931, en un terreno donado por el gobierno de Raymundo E. Enríquez. Carente de infraestructura y mobiliario, con aulas de adobe y palma, se equipó con el trabajo voluntario de los estudiantes y las donaciones en especie de los campesinos. Funcionó hasta 1935.

En 1936, las autoridades la cerraron y, en su lugar, en la finca La Chacona, instalaron una Escuela Regional Campesina, que funcionó muy precariamente. No les duró mucho el gusto. En 1941, la SEP la transformó en Escuela Práctica de Agricultura. Sus alumnos emigraron a otras instituciones. Durante seis años impartió enseñanza técnica a los campesinos, quienes, al egresar, podían ejercer como maestros y titularse en otra normal.

Como a las autoridades les incomodaba profundamente el compromiso social de los alumnos, en 1945 se suprimió el primer año, con el argumento de que no había presupuesto. Un año más tarde, su suerte estaba echada. Los estudiantes fueron trasladados a otras instituciones. El gobierno anunció que, en su lugar, se instalaría un laboratorio de inseminación artificial para mejora del ganado. El edificio quedó abandonado.

Diez años más tarde, se impuso la imperiosa necesidad de formar maestros en una entidad que carecía de ellos, y la escuela renació como Escuela Normal Rural Mactumactzá (ENRM). En abril de 1956, abrió sus puertas como internado para hombres, con grandes limitaciones financieras y materiales.

En 1970, muchos egresados de la normal participaron activamente en las luchas campesinas e indígenas (y hasta en las obreras) que irrumpieron en Chiapas en esa década. Se convirtieron en intelectuales orgánicos del mundo rural. Su participación en tomas de tierras, organización de cooperativas de producción y consumo, protestas por servicios y para incrementar precios de garantía, fue fundamental. En 1979, los maestros del estado organizaron grandes paros para aumentar su salario y democratizar el SNTE. El equipo dirigente de ese movimiento se había formado políticamente en Mactumactzá, y en las Escuelas Técnicas Agropecuarias. En diciembre de ese año, fundaron, junto a las disidencias democráticas de todo el país, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

Esa centralidad organizativa de los egresados de la normal en las luchas populares en Chiapas ha disminuido conforme las organizaciones campesinas e indígenas han forjado liderazgos no vinculados al magisterio. Sin embargo, sigue siendo relevante. En el comité ejecutivo de la sección 7, integrado por 155 maestros, 34 son egresados de ­Mactumactzá.

Un momento clave en la historia de la normal fue su confrontación con el gobierno de Pablo Salazar. Su administración recibió un préstamo del Banco Mundial por 40 millones de dólares. Entre las sugerencias que el organismo multilateral hizo estaba el cancelar las plazas automáticas a los egresados de la ENRM.

El conflicto se intensificó. Las autoridades reprimieron salvajemente a estudiantes y trabajadores y los encarcelaron. Pablo Salazar se propuso cerrar la escuela y crear en su lugar un instituto politécnico. Sin esa normal, miles de campesinos ya no tendrán siquiera la aspiración de llegar a ser maestros profesionales, le expresó a Blanche Pietrich, el dirigente de la sección 7, Fortino Vázquez (https://bit.ly/3fa2Q3f).

El desenlace representó un golpe muy duro para el normalismo. Se cerró el sistema de internado; más de la mitad de las 560 matrículas que tenían se redujeron. La persecución política en su contra fue inclemente.

Pese a ello, Mactumactzá sobrevivió y poco a poco comenzó a recuperarse del descalabro. La matrícula fue creciendo, se construyeron dormitorios y el equipamiento mejoró.

Sin embargo, el fantasma de su desaparición ronda la escuela. Durante la administración del morenista Rutilio Escandón se ha utilizado, una y otra vez, de manera bestial la fuerza pública contra los normalistas. La detención de casi 100 estudiantes, la mayoría muchachas, y la agresión sexual de la que fueron víctimas apenas la semana pasada muestra cuánto incomoda la normal al gobernador.

La magnitud de la represión contrasta con las demandas estudiantiles. Los jóvenes exigen que se haga pública la convocatoria para nuevos ingresos a la escuela y que el examen de admisión sea presencial y escrito en un cuadernillo. Las autoridades, en cambio, están empecinadas en que sea en línea.

La ENRM es una escuela de pobres para pobres. Obligar a presentar un examen de admisión en computadora a un hijo de campesinos que no ha tenido acceso a una y que en su comunidad no hay servicio de Internet significa dejarlo fuera de la escuela. Nunca podrá competir así por un lugar para estudiar, con quienes, por vivir en las ciudades o tener más recursos económicos, están familiarizados con el uso de medios digitales.

La sospecha de que el gobierno quiere clausurar la escuela o, al menos, modificar la composición social de sus estudiantes, tiene bases firmes. Pero quienes acarician la fantasía de golpear a Mactumactzá olvidan que, las cuatro veces que han querido cerrarla, el cerro de las once estrellas ha renacido. Ésta, no será la excepción. Los jóvenes sueñan con ser maestros de los pobres. No van a renunciar a ello. De paso, han advertido que serán la pesadilla de quienes quieran arrebatarles sus sueños.

Twitter: @lhan55

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