El punto de quiebre entre Atenco y Agua Fría

10 de agosto de 2002

La lucha por la tierra no es por un pedazo de suelo, por una cosa. La cosificación de la tierra es uno de los agravios que enlistan las comunidades.
Conforme nos adentramos en el orden mundial inaugurado desde la "desamortización" de las tierras comunales en todo el mundo (entre los siglos XVII y XIX) se hace más nítida la confrontación del ámbito urbano hacia los enclaves campesinos, y por ende indígenas, de nuestro país.
La lucha por la tierra es una resistencia ante la avalancha de todo lo que se decide sin la anuencia y sin la participación de quienes guardan una relación con la tierra. La tierra no es una cosa, es una relación: de trabajo, de celebración, de entendimiento, de crianza mutua. El mero acto de fijarle un precio a la tierra de cultivo suena a afrenta, sean siete, 70, 7 mil o 7 millones de pesos por metro cuadrado, porque como decía uno de los campesinos de San Salvador Atenco entrevistados en el video independiente Tierra sí, aviones no: "nadie puede pagar lo que esta tierra puede producir, si la cuidamos, de aquí al fin de los tiempos, con el trabajo de mis hijos, mis nietos y los tataranietos de mis tataranietos". El argumento es incontrovertible. Cualquier expropiación añade otro elemento de agravio, por más "bien superior" que se pretenda invocar: es impositiva. Está muy documentado: el sistema actual pretende desaparecer a los campesinos, expulsándolos para que se dediquen a otra cosa. Cuál, no importa, mientras no se alebresten.
Y resulta que millones de campesinos, la gran mayoría abrevando de culturas indígenas, siguen dispuestos a no desaparecer. Por una razón fundamental: tener tierra, practicando el autoconsumo, por más privaciones y trabajos que represente, es un resquicio, un refugio de independencia real ante el sistema que los quiere tragar. La defensa de la tierra y el territorio permite practicar un autogobierno, sistemas de cargo al servicio del pueblo, trabajo y visión en común.
Las declaraciones del titular de la CNDH suenan alarmantes, pero tienen algo de razón: los conflictos agrarios no son privativos de la zona aledaña a donde se pretendía construir un aeropuerto. Los "focos rojos", como ahora les llaman, pesan en por lo menos 13 entidades. Lástima que los conflictos intercomunitarios, o agrarios (que no siempre son intercomunitarios) así sin explicarse, no alcancen a iluminar lo que está en juego. Con el camelo de los conflictos intercomunitarios se afirma la mano paramilitar, como ya lo demostró Acteal.
Y las visiones difieren. La distancia es tanta que unos comuneros wixaritari discurrían: "ya entendimos qué es eso de los focos rojos de los que tanto habla el gobierno. Es que nos tienen puesto el alto. No quieren darnos luz verde".
La gente en Oaxaca comienza a decir a voz en cuello que tras la masacre de Agua Fría está la intención de aplanar el camino para enormes minas de hierro a cielo abierto en la zona, la construcción de un larguísimo ferroducto desde Zaniza y Textitlán, ahí nomás
de donde ocurrió el asesinato de 27 campesinos, hasta Salina Cruz. Pero se inventan culpables de la matanza, dizque por conflictos intercomunitarios por la tierra, por los permisos forestales, que hasta la fecha no terminan por documentarse fehacientemente.
Es decir, vámonos entendiendo: la lucha por la tierra y el territorio es entonces la resistencia ante lo que se avecina como predicción por todo el México invisible: "Nos quieren correr a los más posibles, ni nos preguntan, se quieren apropiar de recursos naturales, petróleo, biodiversidad, mano de obra, suelo, e imponernos una forma de vida, patrones de consumo, al tiempo que lo contaminan todo, dividen a las comunidades, introducen una educación menospreciativa, corrupción, prostitución, siembras ilegales, tráfico de enervantes y armas, y encima nosotros resultamos culpables".
Y aunque nadie lo registró en los medios nacionales, los más de 3 mil campesinos de unas 300 comunidades que protestaron, entre otras 13 demandas, por la detención arbitraria de inocentes en el asunto Teojomulco, fueron gaseados por la policía preventiva oaxaqueña el 19 de junio mientras en todos los postes aledaños al Zócalo un amenazante cartel -¿pagado por quién?- afirmaba: "los asesinos son de Teojomulco, fueron plenamente identificados por los sobrevivientes, el conflicto es por límites, no por el Plan Puebla-Panamá. Justicia sí, chantaje no".
Parecen avecinarse muchos Atencos.