Daños Socio-Ambientales y Pérdida de Soberanía, Riesgos de los Transgénicos

13 de mayo de 2008

El gobierno ha contravenido reiteradamente los mandatos de bioseguridad: conservar la diversidad genética del maíz en sus centros de origen y diversidad que se localizan en todo México, y no introducir a campo abierto bajo ningún régimen los maíces transgénicos. Pero la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM) y su Reglamento no son precautorios, y ahora se propone un anteproyecto de Régimen Especial de “Protección” del Maíz con disposiciones para tramitar solicitudes de siembra de dichos transgénicos.
El maíz es promiscuo pues los granos de maíz de una mazorca resultan de la fertilización de los óvulos por polen que, movido por el viento, llega de muchas otras plantas de maíz localizadas hasta miles de metros de distancia. En México, los genes se mueven también en las semillas, que se intercambian entre productores a distancias aún mayores. Por eso es imposible evitar el movimiento (o flujo) de genes de unas plantas de maíz a otras, así como la acumulación y combinación de distintos transgenes en una misma planta, una vez que se siembra un maíz transgénico en campo.
La contaminación transgénica abre incertidumbres y riesgos, además amenaza la integridad genética, vocación alimenticia y carácter de bien público del maíz criollo. Esto se vuelve diáfano y preocupante cuando nos referimos al maíz que expresa fármacos y sustancias industriales pues, por desgracia para los pueblos de maíz, se ha decidido usar este cereal (no el trigo o el arroz para los cuales ni siquiera se ha permitido la liberación comercial de transgénicos) como bio-reactor para producir antibióticos, anticoagulantes, espermaticidas, vacunas, aceites, plásticos y muchos otros químicos que ni siquiera conocemos o de los que ni siquiera sabemos porque son secreto industrial. El maíz bio-reactor promete un gran negocio, aún mayor que los transgénicos que hoy ofrece el mercado para la agricultura industrializada.
Por otra parte, los maíces transgénicos disponibles son insuficientes para resolver los problemas importantes del campo mexicano, pero aunque fueran la panacea, no valdría la pena arriesgarse, porque implican efectos socio-ambientales nocivos, reafirman la dependencia tecnológica y la pérdida de soberanía y seguridad alimentarias, además abonan el camino al maíz bio-reactor porque: (1) en Estados Unidos más de 90 por ciento del maíz que no debía tener transgénicos ya lo tiene, y (2) ya ha habido escapes de ensayos del maíz bio-reactor, que se siembra en miles de hectáreas, y de siembras experimentales de líneas no autorizadas para el consumo humano, que llegaron a los anaqueles del mundo (arroz LL601, maíz Starlink, entre otros). Es urgente un escrutinio cuidadoso de todos los transgenes de maíz en México y el mundo, porque si uno de los genes del maíz bio-reactor se combina con otro que dé ventaja al maíz (ejemplo: Bt o tolerancia a herbicidas), la contaminación por sustancias del bio-reactor se saldría de control.
Principio precautorio. En efecto, lo que en Estados Unidos pueden ser escapes residuales con baja o mínima intensidad e incidencia, y factibles de ser rectificados, en México podrían multiplicarse y causar desastres irreversibles (algo así como el cambio climático). No nos perdamos en la discusión sobre la suficiencia tecnológica para el campo mexicano de las líneas transgénicas de maíz, que actualmente se comercializan, de sus riesgos, o de las promesas de los vendedores. Rescatemos el principio precautorio del Protocolo de Cartagena que México firmó. ¡Consensuemos un NO al maíz transgénico a campo abierto en México y NO al maíz bio-reactor en cualquier parte del mundo! Potenciemos una verdadera innovación tecnológica –cada vez más constreñida por los monopolios de las patentes– en el marco de un desarrollo agrícola sustentable con apoyo público, con productores y consumidores, con desarrollos nacionales (híbridos que prometen más que los transgénicos con menos riesgo), en diálogo con el conocimiento tradicional, cuya fuerza innovadora ha quedado demostrada en la diversidad genética del maíz criollo que nunca debe privatizarse, y comprometidos con la justicia social.
Como dijo el doctor Alejandro Alagón: el que se rechace la bomba atómica, no implica que el uso de la energía nuclear para fines médicos se deba condenar. Busquemos una biotecnología segura acorde con las condiciones de México y su carácter megadiverso para resolver lo más urgente: la desigualdad social y los desastres ambientales asociados. La penetración del maíz por transgenes en su centro de origen y diversidad es una contaminación con vida propia que pone en riesgo la vocación alimenticia del maíz y su carácter de recurso público. Es urgente actuar: “Cuando ya no tengamos opciones, ya de nada nos servirá la ciencia, la evidencia, y ni siquiera la persuasión moral” ( Claire Hope Cummings). Detalles del sustento científico a estas conclusiones pronto en: www.unionccs.net .
Instituto de Ecología, UNAM