El 5 de julio pasado la industria estadunidense productora de azúcar aceptó a regañadientes el acuerdo al que habían llegado los gobiernos de su país y México un mes antes, como forma de resolver el conflicto del comercio de azúcar. A pesar de que México concedió sin chistar todas las demandas de Estados Unidos, el acuerdo les pareció poca cosa a las Big Sugar.
Encabezada por los barones del azúcar Alfonso y José Fanjul, la industria azucarera estaba ansiosa de que el presidente Donald Trump atendiera el caso de las importaciones provenientes de México.