Prólogo

¿En dónde imaginamos y pintamos la línea que hoy nos separa y nos hace actuar como indios y no indios en nuestro continente? ¿Quién fabricó la tinta con la que marcamos las “diferencias”? ¿Qué implicaciones tiene continuar pensando, sintiendo y actuando bajo la lógica, las reglas y la configuración de un mundo con un ellos externo, ajeno y excluyente? ¿A quién realmente ha beneficiado este estado de las relaciones sociales a lo largo de los últimos cinco siglos?

Hoy, el viejo indigenismo del Estado mexicano se recicla disfrazándose de garantista. Además de la folclorización que simula peticiones de permiso y de exculpaciones donde el protagonista es él mismo, desde el fundamento del poder burocrático se intenta extender certificados de pureza india. Las fechas de caducidad para estos títulos de identidad no excederán el año; así, el catálogo de pueblos indígenas en México será un documento dinámico de consulta en donde la empresa privada podrá decidir si espera a que expiren los sellos expedidos a cada localidad o busca la división para imponer sus proyectos sobre los territorios de los pueblos.

Simultáneamente, centenares de comunidades, en numerosas regiones de la geografía mexicana experimentan la agresión cotidiana contra sus territorios, contra sus modos de existencia, contra los productos de su trabajo y contra su historia y legados culturales. Organizadas bajo otra lógica, lo que buscan no son esos sellos de autenticidad y pureza, que seguramente eternizarán el desprecio y legalizarán el despojo, sino la libertad de decidir colectivamente sobre lo que históricamente les ha dado sentido y perspectiva en el futuro.

Los territorios de vida procurados por generaciones y generaciones, sea que se vistan de desierto o de acahual, de llano o de montaña, de bosque o de selva, son las más de las veces, los últimos reductos de un precario equilibrio ecológico que peligra no solo en México y nuestro continente, sino en el planeta entero. Conscientes de la compleja trama de interdependencias socioambientales, los pueblos muchas veces han advertido a los habitantes de las megalópolis, quienes se creen a salvo de las brusquedades naturales y de las consecuencias de la depredación ambiental capitalista: Lo nuestro no nos pertenece, es de todos porque a todos afectará su ruina.

¿En dónde pintamos entonces la línea de las pertenencias cuando se pierde un humedal para imponer un aeropuerto o cuando se destruyen decenas de las cuencas de mayor biodiversidad para hacer llegar hidrocarburos a los centros industriales? ¿Es posible construir nuevos nosotros que fracturen las fronteras impuestas y prioricen la solidaridad humana y el trabajo colaborativo en defensa del bien común?

Queremos contribuir a esos nuevos nosotros proponiendo investigar y recuperar la historia y la antropología, el perfil político y social, ecológico o meramente cotidiano sin ponerlo al servicio de intereses de ningún tipo, y sí en cambio al servicio de las luchas y reivindicaciones de los pueblos, comunidades y regiones que emprenden su propia indagación.

Ésta es entonces una investigación fruto de una confluencia entre organismos de la sociedad civil, centros de investigación independiente, entidades de investigación, movimientos y comunidades y personas sueltas que tejimos esfuerzos por configurar un diagnóstico colectivo, histórico y actual de las condiciones que pesan sobre una región particular, y de ser posible, sus implicaciones más integrales, geopolíticas. También tendiendo puentes que conectan y desnudan entretelas, planes e inversiones corporativas y de gobiernos.

Territorios del agua: defensa de los ámbitos de comunidad y la historia compartida de sus pueblos (ante el gasoducto Tuxpan-Tula) es un documento construido participativamente como una investigación de muchos niveles. Hoy apenas comienza a retornar sus hallazgos a las comunidades de donde surgieron estas voces entretejidas, para que sirva de herramienta de transformación. Reunir los fragmentos dispersos del detalle de las circunstancias es un trabajo de reconstitución colectiva del papel jugado por cada una de las personas que vive en ese entrevero de las sierras entre Puebla e Hidalgo en el nordeste mexicano. El documento se convertirá en un libro electrónico, en un muro dentro del sitio electrónico del Ceccam con ligas al sitio de GRAIN y habrá algunas copias impresas para entregar a las comunidades involucradas en ese proceso de reflexión profunda (jurídica, histórica, antropológica, y de lo que significa vivir en esas estribaciones) más la resistencia siempre presente ante la amenaza que se cierne sobre todo ese enclave: el gasoducto Tuxpan-Tula y la empresa que lo intenta activar ya hace por lo menos seis años, TransCanada, ahora transformada en TC-Energy, con una cauda de irregularidades en México y en Canadá.

Ya desde fines de 2017, las comunidades de la región se habían agrupado en consejos indígenas locales y luego en el Consejo Regional de Pueblos Originarios en Defensa del Territorio de Puebla e Hidalgo. Éste es fruto de un tejido muy de abajo de poblados, localidades, comunidades y ejidos que sabiendo que serán afectados por el paso del gasoducto comenzaron a organizar su conciencia de las afectaciones. Eso los llevó a emprender una serie de acciones jurídicas para frenar el paso del gasoducto y las movidas de la compañía.

En esas acciones organizativas —y ante las absurdas dudas jurídicas de que hubiera siquiera indígenas en la zona—, un grupo de investigadoras e investigadores, activistas todos (investigadores-docentes de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México UACM acuerpados en la UACMilpa, del Taller por la Defensa de los Territorios, el Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y GRAIN emprendimos un ejercicio de participación y colaboración en que conversamos junto con las comunidades para que recontáramos su historia y sus miradas actuales de lo que significa el gasoducto para la región.

Habría sido muy difícil realizar la investigación con todas las localidades por donde cruzará el gasoducto. Se afectará a 260 mil personas por lo menos, en 459 localidades de 34 municipios de Veracruz, Puebla, Hidalgo y el Estado de México.

El retrato se tejió con las comunidades consideradas como de afectación directa, que innegablemente mantienen una relación activa, viva, con el resto de las localidades que serán afectadas, incluidas las 444 comunidades excluidas de la consideración legal. Aun así, el retrato regional adquiere volumen espacial, configuración geográfica y un fondo histórico de largo y corto plazo, del ámbito panorámico regional y de los detalles locales y de muchos rincones de ese territorio.

Tal investigación, desde abajo, sistematiza y arma los fragmentos aparentemente dispersos de lo que desde Chila, San Pablito Pahuatlán, San Nicolás Tolentino, Montellano, Ahuacatitla, Cuautepec, San Antonio el Grande, San Andrés, pero también Zoyatla, Tlacuilotepec, Honey, Cuauneutla, Cruz Santa, Tlalcruz y otras más lograron expresar: experiencias, testimonios, memoria colectiva, entendimiento organizativo, visión jurídica y política, y algo que se escapa en muchas investigaciones “sociales”: la relación con lo sagrado, las dimensiones de la devoción, de la ritualidad, lo ontológico que nos habla de lo profundo de los vínculos de siglos.

El documento comienza mostrando el horizonte actual y actualiza, hasta donde es posible, la resistencia de los pueblos encarnada por el Consejo Regional, por un lado, la actuación gubernamental y su evasión de responsabilidades, por otro, y lo que para la región implicará el gasoducto con su devastación y despojo. Le sigue el perfil documentado de TC-Energy y su modo de hacer proyectos, no sólo en México. El intento es caracterizar las repercusiones puntuales del gasoducto pero también las redes y corredores industriales a los que se articula, con lo que asoma la relación continental (Norteamérica) con que se vincula, desde las entrañas de Estados Unidos, arribando a México desde Texas a Tuxpan para llegar a Tula y de ahí recorrer al otro extremo del país donde todo apunta a tejer ductos y conexiones con el Occidente y Noroeste mexicano y suroeste de Estados Unidos, donde tal vez regrese hasta Canadá, activando las previsiones integradoras del T-MEC.

Después, abrevando fuerte de los testimonios de la gente en las comunidades, el documento reúne y sistematiza la noción del agua que existe en las cañadas de Puebla-Hidalgo y busca comprender la enorme dimensión que para la gente tiene el universo de manantiales, acuíferos, arroyos, pozos, ríos y torrentes, cascadas y humedales que configuran el grandioso bosque de niebla, el ecosistema que tiene por corazón el agua y su dimensión comunitaria pero también sagrada. Esto también teje la historia regional, el trasiego de pueblos y comunidades, las invasiones, su ser pasaje entre el centro y el nordeste costero, la configuración agraria a lo largo de la historia y la contundente convivencia de pueblos como los ñuhú (los otomíes del norte), los nahua, los tepehuas y los totonacos, en un ámbito multilingüe que no les estorba para ser y entenderse.

Afloran sus ámbitos rituales, sus particularidades lugareñas, y se configuran las historias y percepciones propias de lo que cada comunidad es y cómo contribuye al tejido de esos territorios del agua.

El retrato resultante constata la centenaria continuidad y multidimensionalidad del despojo, donde se acapara, se expulsa, se deshabilita, se corrompe, se contamina y cunde la devastación.

Cuando los pueblos de la Sierra Norte de Puebla y del estado de Hidalgo se organizaron contra la amenaza representada por el gasoducto Tuxpan-Tula, articulándose en el Consejo Regional de Pueblos Originarios en Defensa del Territorio Puebla-Hidalgo no pensaron en trazar una línea de exclusión. Por el contrario, caminaron y preguntaron a los otros afectados por estos y otros megaproyectos en su geografía y en otras regiones del país. Tendieron puentes y compromisos mutuos entre grupos y esfuerzos muy diversos.

Es en uno de esos cruces provocados por el Consejo que el trabajo que aquí se presenta comenzó a pensarse hace algunos años. A invitación del Consejo conocimos a las mujeres y lo hombres, jóvenes y mayores que decidieron resistir contra el atentado al bosque de niebla. Ellas y ellos nos indicaron la importancia de lo que está en riesgo con el gasoducto y nos enseñaron el camino de la posible colaboración para defender este territorio.

Las compañeras y compañeros del Consejo volcaron mucha energía colectiva en los recorridos, en los encuentros y en los diálogos en donde nos narraron con entusiasmo su razón. El valor de la palabra que aquí se expone, entendemos, reside en que resguarda la memoria del trabajo de las abuelas y los abuelos en tantos ámbitos de vida. Fue nuestra prioridad respetarla. Si en alguna medida esto se logró fue gracias a la profundidad de las convicciones, a las reflexiones que escuchamos y a una voluntad que nos une y que implica primero, evaluar el riesgo de perder lo que por cientos de años los pueblos han cuidado a pesar de condiciones históricas desventajosas, y luego, estudiar las fuentes y los afluentes de la resistencia para finalmente, pensar juntos un futuro no regido por la lógica de la acumulación.

Eliana Acosta (Taller por la Defensa de los Territorios). Leonel Ayala, María de Jesús García, Yuriria Juárez, Itzam Pineda (UACMilpa). Daniel Sandoval (Ceccam) y Ramón Vera-Herrera (GRAIN)