San Antonio el Grande

Historial ñuhú de montes, tierra y agua

Separadas por más de veinte kilómetros de distancia, mil metros de altitud y una línea interestatal, pero unidas por el relieve territorial y el sentido regional, dos comunidades otomíes mantienen hace años una profunda relación de convivencia serrana. San Antonio el Grande en Huehuetla,

Hidalgo y Montellano en Pahuatlán, Puebla se encuentran unidas por una vena de agua entubada que surte a la primera desde el manantial ubicado en lo alto del territorio de la segunda. El tendido del ducto de vida que serpentea sobre el lomo de una de las cuencas que tributan al río Pantepec es una gesta que relatan con orgullo los sanantonieros: “Tenemos un historial importante y por eso la gente cuida lo que le costó”.

Pero ese historial no comienza por supuesto con la llegada del agua entubada, sino que se remonta más allá del tiempo.

Foto: Daniela Garrido

–Tenemos un lugar que se llama “Cantarranas” donde hay un parejo. Ahí se establecieron los primeros pobladores. No sé exactamente en qué año se hundió el pueblo, pero según la leyenda que me contaron había una viejita con dos chamaquitos, una niña y un niño, la viejita estaba ciega. En ese lugar escuchó que salieron esa pareja de niños y la llevaron al agua a la señora; como que le ordenaron: se lavó la cara y al lavarse la cara empezó a ver. Esa pareja de niños, cuando regresó, vio que ya se estaba hundiendo donde vivían. Entonces vinieron a establecerse en San Antonio, vinieron ahí en el pueblo donde está la escuela inicial de ahorita. Ahí se establecieron, ahí crecieron y empezó a poblarse.

Allá en el lugar de Cantarranas hay evidencias de que sí fue un lugar poblado, porque hay dos montones de piedras, como si fuera una iglesia. Se ve que sí se derrumbaron. Quizá las causas sean las que comentamos de una inundación. De hecho, en el lugar era como una laguna. Es plano y ahora sí que el diluvio, el agua, echó a perder el antiguo pueblo. Ahí se estancó, ahí se quedó y no se seca. Ahí le dicen Mbo’té (Agua nacida) porque ahí hay una naciente de un río, el agua es cristalina. Va la gente a dejar ofrenda allí, desde hace años. Dejan ofrenda allí para que ellos pidan que dé fruto el maíz o frijol. Va mucha gente tanto de Puebla como de Hidalgo en septiembre. En el cerro que tenemos, el Cerro de San Antonio, en la cumbre del cerro, Yanté como le denominamos, también van a dejar ofrendas.

Nuestra comunidad cuenta con festividades tradicionales, el Día de Muertos y además el Carnaval, pero siempre tienen una esencia: esta parte del ritual. No nada más es el Carnaval, por disfrazarse y ya, sino que es todo un ritual religioso. Nos comentaron nuestros abuelos, nuestros antepasados, que su territorio de esa comunidad tenía mucha extensión. Abarcaba muchos hectareajes: hasta agarraba una parte del estado de Puebla. Cuando hacían sus limpias —porque ellos limpiaban hasta donde llegaba el lindero–iba toda la comunidad a remarcar los límites de su territorio. Participaba toda la comunidad y ellos nos dijeron que abarcaba mucho; pero como construyeron la iglesia y la torre, se vendió esa parte del terreno. Los que tenían dinero aprovecharon esa oferta y acapararon los terrenos. Entonces, el territorio de la comunidad se redujo mucho. Esos territorios, esos límites, abarcaban una parte de Puebla y un municipio, porque pasó donde le decimos Tlaxco, Puebla, por ahí pasa el lindero. Por eso es que el nombre de la comunidad era San Antonio el Grande, por lo mismo de su territorio.

Esa gente que acaparó esos terrenos tenía dinero y le daba trabajo a la gente de ahí como peón. Ocupaba como peones a la gente de San Antonio. Me acuerdo porque mi papá iba a trabajar hasta Tlaxco. La gente primero se dedicaba a la caña, al chile, al frijol, a la pipiana. Un poquito después, conocieron el café.

Los abuelos nos contaban que ocupaban tres plazas para llevar sus panelas, después del trabajo de la caña. Iban a Huehuetla un domingo, iban a Tlaxco y a Pahuatlán. Son los tres municipios en donde recorrían los abuelos para vender sus productos. Ahí también compraban carne y queso para toda la familia. Tenían peones todo el año, permanente, pero todo lo compraban.

En esa época había un señor que no sabía leer, ni el español. Tenía mucha caña. Ese señor llegaba de San Bartolo, traía panela. Ese señor acomodaba las panelas, una la ponía acá y vendía, ponía un maíz por acá; cuando llegaba otro, ponía otro maíz por acá, para hacer su cuenta. Cuando terminaba de contar las panelas, de cuánto se iba a llevar la gente, estaba contando el maíz. “Cuánto llevaba ese señor: llevaba 100 o 200”, pero él estaba contando maíz… así le hacía. No sabía leer, ni hablar español.

La comunidad, Los Tenangos…, p 92

Este río y el otro nos han servido de sustento y sobrevivencia. Los hemos usado en nuestros ritos, costumbres y ceremonias, y pedir por nuestras cosechas

–El pueblo de San Antonio en otomí significa Ndohyo, “lugar de tres piedras”. En el centro de la comunidad, donde actualmente está la torre, ahí había tres piedras grandes, enormes, que no se pudieron quitar fácilmente al momento de empezar a poblar la comunidad, porque eran unas piedras muy grandes. Pero, debido a que estaban en el centro de la comunidad, siempre eran el lugar de reunión. Siempre, para cualquier cosa, la gente se reunía ahí para encontrarse. Probablemente, debido a eso, nace el nombre del lugar de tres piedras.

Me dijo el difunto de mi papá, era joven en aquel tiempo, que se cooperó la gente de San Antonio. Mi papá me dijo: “me tocó un peso de cooperación para la compra del terreno. La demás gente mayor cooperó dos pesos”. Así me dijo mi papá. Aquel tiempo cuando compró terreno comunal del cerro no era de San Antonio el que vendió, sino uno de afuera. Así me dijo mi papá. Ahorita son como 200 comuneros que están registrados.

Estamos aquí como sanantonieros en protesta porque nos quieren afectar nuestra agua que estamos tomando ahorita, que estamos utilizando como pueblo de San Antonio. Donde tenemos nuestro manantial está cerca de donde quieren poner el gasoducto. El lugar donde está el manantial se llama “La Concepción” en Montellano. Del manantial a San Antonio hay una distancia de 28 kilómetros más o menos. Pero de todas maneras nos afectaría y por eso estamos aquí. Si se hace el proyecto nos afectaría todo el río, todos los manantiales, no nada más nuestra agua. El daño se filtraría bajo tierra; entonces, lógico, tiene que salir más abajo, porque estamos en la parte de abajo: los manantiales están en la parte de arriba y el agua escurre bajo tierra para abajo. Nos quieren afectar nuestra agua, nuestros manantiales donde estamos tomando. Por eso estamos en esta protesta.

El primer trazo tocaba un poquito más para allá de Puebla, pero ahorita se sospecha que, con el nuevo trazo debido a las demandas de amparo que emprendió San Pablito y demás comunidades de Puebla, el trazo cambia. Entonces, se sospecha que vaya a tocar el límite estatal entre Hidalgo y Puebla —que tocaría directamente nuestra comunidad–y ahí si estaríamos dentro de la zona de afectación directa, porque estaría tocando esta parte del cerro comunal, de la propiedad comunal. Con el tiempo, vendrán las consecuencias, y entonces los afectados somos nosotros: nuestras familias y generaciones venideras.

Foto: Daniela Garrido

De hecho, en nuestro río, que llamamos Río Blanco, que linda con Puebla, ahorita está muy buena el agua. Está muy limpio. No digamos que no tiene contaminación, pero no tiene bastante. La comunidad lo ocupa para sus fiestas. En tiempos de calor como Semana Santa, todos bajan a ese río para celebrar. Muchos bajan para hacer sus costumbres como bautizos. La comunidad es grande. Hasta ahorita contamos seis grupos evangélicos, seis templos y uno católico. Entonces los seis templos evangélicos, para ellos bajar al río a hacer un bautizo es importante y si el gasoducto pasa en ese lugar, lógico que nos afectaría bastante. Mataría la vida que hay ahí, como los peces, o algo que viva en el agua. Nos afectaría mucho, bastante el agua para tomar —cuando todavía no teníamos el sistema de agua potable, íbamos por agua hasta abajo, hasta el río—, para lavar la ropa… porque cualquier falta que podamos tener en nuestro sistema de agua potable por la tubería, toda la comunidad baja a traer el agua para tomar, lavar la ropa y bañarse. Pero, si llegan a dañar, ¿dónde vamos ir a dar? ¿Hasta dónde vamos a ir por el agua? La pregunta es ésa. Va a estar contaminado. Para nosotros, como pueblo indígena, ya no nos va a servir esa agua. Estará contaminada o no habrá nada de agua, o será privatizada.

Cabe mencionar que hay otro río: son dos en la comunidad. Tanto uno como otro son considerados lugares sagrados donde la gente iba con más frecuencia a dejar ceremonias y ofrendas. A estos lugares no sólo iban en septiembre, también iban el 3 de mayo que es el día de la Cruz. También en esas fechas iban a hacer sus peticiones por las semillas, por el agua, por tener buenas cosechas, tener lluvia… ya que nuestra comunidad, debido al número de población, ha carecido de agua. Tanto este río como el otro nos han servido de sustento y para sobrevivencia y también los hemos usado como parte de nuestros ritos, nuestras costumbres y ceremonias, para pedir por nuestras cosechas.

Esta manera de agradecer a la madre tierra han sido prácticas que han sido originarias de la comunidad, incluso antes de que apareciera la religión católica. Uno piensa que la comunidad misma fue creciendo. Ya con el tiempo, la religión católica llegó a asentarse ahí, pero anteriormente (me contaban mis abuelas y los abuelos cuentan) no tenían esa religión católica o cristiana que hoy prevalece en la comunidad, sino que todo era más cercano, más hacia la tierra. Estos ritos y costumbres para nuestros ríos y nuestros cerros, incluso para el momento de hacer una siembra o de ir a cazar o de entrar a un cerro, hay que hacer un rito para pedir permiso, porque en el cerro sagrado donde se encuentra la propiedad comunal, si tú entras en la cima de ese cerro, hay una parte en la cima del cerro que es un lugar sagrado, y que le dicen “el sombrero” como referencia. En ese lugar se dejaban ofrendas, diferentes utensilios para hacer sus ceremonias. Ese lugar es sagrado y hoy en día nadie puede entrar ahí sin previo permiso. En la cumbre. Hay lugares en el pueblo que no puedes entrar sin permiso. Un permiso es hacer un rito, una ceremonia para que te dejen entrar ahí. Hace poco, varias personas se perdieron por entrar sin permiso; sin el permiso del dueño del cerro, Met’eré. Incluso, cuando hemos estado ahí, nos hemos perdido. Intentamos subir con los amigos e íbamos nada más por disfrute y nos perdimos. Me acordé de eso y le empezaba a pedir que nos dejara salir bien y sí.Tienes que ser humilde y pedirle. Ya no le pedimos que nos dejara entrar, sino que nos dejara salir de ahí.

Muchas personas pueden constatar que varios se han ido a ese lugar nada más por curiosidad y se han perdido. Incluso ha habido accidentes, porque dicen que van sin fe o con otras intenciones, sin respeto. No cualquiera puede entrar ahí. No sé exactamente cómo es ahí.

Al presidente de nuestro comité lo topó un señor donde tenemos nuestra agua potable. Él nos platicó cómo era el señor, que era alto y le preguntó que dónde trabajaba y decía que en el cerro. Que le decían Juan Montero. Es un señor que tiene su territorio, su parte donde vigila. Don Venancio lo encontró, platicó con él; pero ya una vez que se apartó y quiso regresar, ya cuando se volteó, desapareció. Por eso, cuando vamos a revisar nuestra agua potable, siempre buscamos dos personas, no una, porque así nos cuentan de ese cerro.

En 2005 estábamos discutiendo eso. Entonces, nació lo de buscar un manantial. Los candidatos de auxiliar en la comunidad lo único que dicen es que “si ustedes me apoyan, yo les voy a apoyar a buscar un manantial para hacer el sistema de agua potable en la comunidad”. Pero pasa que ganan los candidatos y se les olvida todo. Le digo al profe: “¿Por qué en las elecciones dices eso y por qué no lo hacemos ahorita?

–Buscando manantial. Siempre se ha hablado de una comunidad que se llama Ocotal. Primero nos fuimos aquí a San Francisco La Laguna. Fernando Montiel es el dueño del manantial donde jala agua la comunidad de El Pahdí. Ahí estaba el señor, estaba don Sansón Montes, estaba su cuñado Manuel —es el que se encargó de ayudarnos a buscar el manantial en Montellano.

Regresando teníamos una reunión de padres de familia para dar avances de lo que estaba haciendo el profe en su escuela, yo aproveché para decirle a la gente lo del manantial.

¡Y las señoras! Porque nosotros como hombres, a veces somos “malosentendidos”, pensamos que nos están engañando y que el dinero se lo van a gastar. Pero las señoras, que siempre han estado preocupadas, nos dejaron hablar. Ahí vimos en video cómo estaba el manantial, algunos creyeron. No todos al cien por ciento. Y no creían porque ya había dos fracasos. Antes de este proyecto tuvimos dos fracasos del proyecto de agua potable. Primero traerla de allá abajo pero como está abajo del lugar y está la cuesta arriba, iba a ser un poco difícil, más que nada lo del pago de la luz eléctrica. Ya después, entre tanto y tanto, se encontró otra manera: se localizó otro manantial en una comunidad que se llama Santa Úrsula. Después, se comenzó a meter el proyecto e hicimos faenas. La primera tubería que se compró era de metal. Enterramos como 2 km, pero el manantial se secó.

Sufrían más las mujeres, porque antes de que hubiera agua potable iban a los manantiales nuestras señoras. A mí me tocó formarme a la una o dos de la mañana y hasta que te toque. Ahí infinidad de señoras, peleando, días y noches. Íbamos al pozo, íbamos a traer agua y a amanecer ahí. Y nuestras familias, las señoras, nuestras esposas, iban a traer agua con dos tinajas en la cabeza para traer el agua y dos garrafones en la espalda con sus hijos.

Luego que encontramos “La Concepción” ya empezaron a construir, llegaron las tuberías y empezaron a trabajar. Como comité tuvimos que negociar con los pueblos o los terrenos donde se hizo la línea de conexión del agua. Tardamos varios años para que ya llegara el agua por ahí del 26 o 27 de marzo de 2009. Tenemos un historial importante, y por eso la gente cuida lo que le costó.

–Hay que complementar lo del agua potable, porque sí es muy preocupante que el gasoducto vaya a pasar o vaya afectar nuestro sistema de agua potable, porque lleva bastante trabajo. Bastante costó que se llevó y de que vengan a destruir: es algo preocupante. Nosotros estamos aquí no porque quisimos, sino porque la gente nos confía que somos unas personas que nos preocupa el bienestar de las familias de la comunidad, de las familias de San Antonio. Por eso estamos aquí y quiero decir también que toda la línea de conducción que se hizo, que se trazó, no se trazó gratuitamente. Nosotros como comité tuvimos que negociar con los pueblos o los terrenos donde se hizo la línea de conexión del agua. Tuvimos que pagar un costo a los dueños de los terrenos, que nos pidieron ya sea un material o lo que nos hayan pedido, pero sí tuvimos que dar algo a cambio. Por eso no estamos de acuerdo que venga una empresa que ni si quiera es del país, extranjera, que nos venga a perjudicar lo que ya tenemos ganado. Más que nada porque fue un costo que se llevó, un costo elevado: costo humano, económico, fuerza, todo… creo que es muy preocupante.

Foto: Itzam Pineda

Es importante el sufrimiento que padeció la gente de la comunidad. Podemos hacer una pregunta, por decirlo así: ¿por qué San Antonio trajo su agua a 28 km? ¿Por qué no a la orilla del pueblo o por qué no cerca de la comunidad? Pues porque carecemos de manantiales, mucho agua o grande que pueda abastecer a la comunidad. Si nosotros tuviéramos a la mano el pozo, el agua, ahora sí que no iríamos a otro lugar más lejano, no hiciéramos un gasto enorme. Pero, así como estamos explicando el historial de este tema, nos ha costado mucho dinero. Todos los que estamos aquí y nuestros padres o abuelos sufrieron para conseguir un poco de agua. Íbamos al pozo, todos los que estamos aquí, íbamos a traer agua y a amanecer ahí. Y nuestras familias, las señoras, nuestras esposas, iban a traer agua con dos tinajas en la cabeza para traer el agua y dos garrafones en la espalda con sus hijos, ¡con sus hijos a traer el agua!

Es muy preocupante que el gasoducto vaya a pasar y afectar nuestro sistema de agua potable, porque lleva bastante trabajo. Bastante costo que se llevó y que vengan a destruir no se vale

Con trabajo tenemos unos manantiales de los que mana muy poca agua. Muy poquita agua sale; por eso sufrimos mucho para poder conseguirla. Conforme van llegando, se van formando para sacar un poquito de agua. Por eso para nosotros ese sistema es muy valioso.

Por eso es que estamos aquí organizando la resistencia pacífica. Creo que no vamos a permitir que pase el gasoducto, porque, si esto pasa, no vamos a estar tranquilos por las consecuencias que lleva. Ésa es la causa de que estemos aquí protestando.

El impacto no sería nada más en la comunidad de San Antonio, es toda la región. Porque los cerros donde están los manantiales o que alimentan todo eso, incluso aquí creo que en San Nicolás, el agua fluye de allá: baja de esos cerros. Entonces, el proyecto del gobierno, extranjero o del gasoducto, si llega a ejecutarse, prácticamente nos estarían matando a toda la región, porque sabemos la importancia del agua, pues es la vida. Entonces, si se llega a dar eso, obviamente pues nada más el impacto sería en toda la región. De ahí la importancia, por eso estamos en protesta contra ese proyecto. Porque queremos seguir viviendo, queremos ser considerados como humanos, porque hasta el momento, al parecer, nos consideran como insignificantes. Sobre todo si nos ven como indígenas. Dicen: “no, pues éstos no sirven.” Para el gobierno, así nos consideran. Por eso ellos desarrollan, ejecutan proyectos independientemente, como que no toman en cuenta el impacto o las consecuencias posteriores a esos proyectos que ellos pretenden hacer.

–Además la comunidad tiene una autoridad que es el delegado comunitario y se elige cada año. La forma como nos organizamos como pueblo, como buscamos representantes, es a través de asambleas o reuniones generales donde nos convocamos como comunidad para concentrarnos en un lugar abierto. De manera democrática, así se ha venido trabajando el pueblo, organizándonos y buscando elegir a nuestros representantes. Los delegados cada año se van cambiando de manera democrática. El pueblo, la gente, busca quién prefiere que los represente por un año. El delegado representa al pueblo. Toma decisiones de manera personal cuando es necesario, claro, viendo siempre el bien común, y si es permitible en cuestión de tiempo, le dan chance como para decir sí o no a alguna propuesta que llevan las personas de afuera, siempre consulta con su asamblea local, siempre el delegado elige gente quien lo apoye. Podríamos llamarlo la “administración” en el año que le corresponde. Siempre busca su apoyo, diríamos nosotros, como asamblea local, su “gabinete” podríamos decir. Entonces, a través de eso hacen consenso y se toma una decisión. Pero el delegado siempre ve por los intereses de la comunidad. Siempre.

Si llega a ejecutarse el proyecto del gasoducto, prácticamente nos estarían matando a toda la región. Sabemos la importancia del agua: es la vida

Este delegado es reconocido por el Ayuntamiento. Es como la representación, digamos, del pueblo ante el municipio. Es el delegado municipal. y lo acompañan unos secretarios. El delegado los busca. Este delegado se elige a través de la asamblea, de la reunión general. Anteriormente se hacía levantando la mano. Quien lograra la mayoría de votos, quedaba como representante de la comunidad, como delegado. Ahora se hace con padrón, pero igual al aire libre. Nada más se cuentan los votos. En un papel bond se marcan los votos —nada más—, pero es a la vista de todos. Todos están viendo por quién votas. Digamos que se hace de esa manera. Ya el delegado que queda invita a quienes van a formar parte de su comitiva, que casi siempre son las personas que están participando. De hecho, todos los que están aquí han sido parte de la asamblea. Es una asamblea comunitaria que se forma por unas veinte o treinta personas, dependiendo de las personas que se vayan adhiriendo al delegado. Este comité comunitario es quien toma las decisiones más fuertes dentro de la comunidad. Cuando hay que tomar medición, hay una nueva obra, hay que hacer una nueva gestión, quizás ir a hacer una visita al municipio, al gobernador o hacer otro tipo de gestiones o tomar decisiones dentro de la comunidad. Este comité toma las decisiones junto con el delegado. Ésta es la manera como se trabaja. Este comité funciona en coordinación con el delegado y tiene su organización también. Siempre ha existido. Siempre ha estado funcionando este comité y siempre ellos son las personas que han sido partícipes, que siempre han trabajado en el bien de la comunidad.

Existe un comité que fueron electos de manera democrática, de manera abierta, donde los beneficiarios, en este caso, el pueblo, buscaron quién los representara. El comité siempre consulta con su asamblea local, se cuentan los votos. Hasta ahora no se ha hecho un acuerdo para cobrar el agua. La gente tiene el servicio gratis. Hay costos, pero también hay un dinero como fondo donde se cobraron las tomas.

Asamblea en Plan de Ayala. Foto: Daniela Garrido

Ahorita estamos construyendo un consejo indígena. De hecho tenemos la institución, pero nos falta el sello. Estamos viendo tramitarlo para tener mayor validez. Pero sí: el consejo se está formando a raíz de la necesidad que tenemos de ampararnos.

Como parte de la asamblea, digamos.

De hecho, el consejo ya se vino haciendo desde 2004. Ahorita se está ratificando a raíz de este problema que se está generando del gasoducto, que estamos mencionando. Pero el consejo viene funcionando desde el 2004. Lo único que nos falta es la documentación o el sello.

Y por eso le echamos muchas ganas. Para que no nos lo destruyan de la noche a la mañana… ¡eso no se puede! Somos humanos, necesitamos ese vital líquido y no se puede. Somos indígenas y tenemos derechos de que nos respeten nuestros recursos naturales, de que nos respeten nuestro derecho: nuestra vida, más que nada. Hay comunidades vecinas que no tienen agua. Todas llevamos el agua del mismo lugar, de ese mismo cerro. Tan sólo ese mismo cerro alimenta ríos importantes. Los dos ríos importantes son alimentados por ese manantial. Son alimentados por esta comunidad. De ahí traen agua muchas comunidades del municipio de Tenango, San Bartolo y Huehuetla.

Es un ojo de agua que traspasa los límites estatales, y es de suma importancia para toda la región. Estos ríos son alimentados por ese ojo de agua y el hecho de que ese gasoducto toque este lugar es un desastre total.

En la comunidad han participado niños, señoras, ancianos, de todas las edades. Las comunidades siempre han participado, poniendo el trabajo a través de las faenas y siempre ha habido esa organización mutua, porque es un bien común.

Desde Nodhyo, canta la campana en lo alto de su torre. El sonido fluye como agua entre los cerros, las cañadas y los pueblos; sube, baja y rebota más lejos, más allá del horizonte. Y los hijos regresan. Las piedras de su templo fueron montadas con el valor de su propio territorio y con el trabajo campesino. En éste, uno de los confines de la sierra, una salida, una entrada para el mar, para el agua que sopla y que sube desde golfo, los pueblos de distintas madres han tejido su relación en paz por siglos y defienden su territorio porque como dicen, cuidan lo que les costó y porque es un bien común.