San Nicolás Tolentino

El sabinal donde nacen las nubes

El siguiente texto es una reconstrucción de la plática que nuestro equipo mantuvo con Miguel López Alejo, Claudio Modesto José, Serafín Cajero Antonio y Rebeca López Patricio en enero de 2018. Se consultó también la investigación de Karina Aidé Arriaga Chiapa.

Foto: Daniela Garrido

Nzes’ni, San Nicolás Tolentino, lugar donde crece el sabino, se asienta en lo alto de la cañada que divide a los dos estados; se ubica justo en medio de dos rincones centrales en la historia serrana otomí: Tenango de Doria, Hidalgo y San Pablito Pahuatlán en Puebla. Desde sus elevadas lomas se percibe, al sureste, la angostura completa que peligra con los megaproyectos en ciernes, el territorio que comparten tantos pueblos, el águila que dibujan los barrios de San Pablito debajo de las nubes y los ecos del son que suben cada atardecer entremezclados como el vapor y cuyas cadencias confirman, de una manera más, la unidad del territorio.

La petición del agua (detalle), Los Tenangos..., p 88

San Nicolás es la cuna del bordado que afuera se denomina Tenango por su pertenencia a este municipio. La actividad es expresión de hombres y mujeres en comunión con su entorno, aunque la historia de la comunidad no es pura armonía sino más bien lucha constante. Fue lugar de refugio desde la invasión española; su población itinerante en última instancia llegó proveniente de La Concepción y desde El Cirio en el siglo XIX. Las condiciones históricas nacionales permitieron rápidamente un proceso de acaparamiento de tierras, pero durante la Reforma Agraria los campesinos vieron la oportunidad de sacudirse al cacique local. A partir de ese momento, Nzes’ni gestiona su propia vida colectiva; agua, luz, carretera son el fruto del trabajo de su gente que hace décadas también es migrante. Pero al mismo tiempo que el proceso de autogestión se mantiene, esta población ha estado en la mira constante de actores externos como el Instituto Lingüístico de Verano, la delincuencia organizada y la perenne lógica perniciosa de los partidos. La defensa de lo logrado por varias generaciones tiene así un sentido profundo, histórico.

Desde el temazcal, como uno de los núcleos en donde se tejen y se refuerzan los hilos comunitarios, desde los espacios familiares de bordado hasta la escuela y la plaza del pueblo, San Nicolás decidió hace varios años unirse a la lucha por la defensa del territorio compartido con las comunidades hermanas en contra de los nuevos proyectos impulsados desde el poder político y económico, en particular este gasoducto que desarticulará la vida regional y amenaza las fuentes de agua de las comunidades.

Nuestra preocupación es evitar que se contamine el medio ambiente, evitar el impacto social. Hace muchísimos años, nuestros abuelos y bisabuelos han cuidado el bosque mesófilo, los cerros, los montes que nos rodean aquí en San Nicolás y que todavía se encuentran en nuestra región, con la finalidad de seguir conservando las diferentes especies de plantas que existen aquí en la sierra.

Hoy vemos la necesidad de conservar el bosque mesófilo, porque de ahí nacen las nubes que hacen llover en nuestra región. Esa agua que llueve aquí hace que produzcan las diferentes semillas que la misma madre naturaleza nos siembra o la semilla que siembran los campesinos para que se den las cosas que nosotros necesitamos, llámale maíz, chile, frijol y otras cosas que se dan en la sierra, ya que viene siendo como de uso familiar, aunque, cuando hay de sobra, le vendemos a otros pueblos. Llevamos a vender acá en Tenango, cuando hay sobreproducción, pero cuando no, por lo menos que abastezca para la alimentación de la familia. No queremos que se contamine el agua, los manantiales. Es lo que consideramos primordial para nosotros. Son varios, de donde jalan agua también los de San Pablito. Son como treinta manantiales. Hay manantiales grandes, chicos y medianos.

Montellano, Puebla. Foto: Daniela Garrido

Ya que somos pobres y no tenemos riqueza que heredarles a nuestros hijos, cuando menos les vamos a heredar el bienestar de que no esté contaminada el agua, que no esté contaminado el aire que van a respirar mañana o pasado, que no se enfermen. Que sea una buena herencia que nosotros le vamos a dejar a nuestros hijos.

Foto: Daniela Garrido

Bien dicen acá las personas mayores: somos pobres y a lo mejor ya no vamos a llegar a ser ricos, pero por lo menos queremos estar sanos. No queremos contaminación, ni de agua, ni de aire, ni de suelo. Si comemos quelites, que sean limpios. Si tomamos agua de manantial, que sea limpia, y si respiramos aire, que sea limpio también. Estamos orgullosos de estar aquí.

Le llamamos vida o el placer de servir a los demás, hacer el bien para los demás. De esa manera estamos construyendo un buen futuro para nuestros hijos.

La mayor preocupación ahora es que el gobierno se ha puesto de acuerdo con la empresa TransCanada para que pase el gasoducto por nuestro territorio. Porque nosotros como campesinos nos damos cuenta de que va a destruir, en primer lugar, nuestras tierras, porque son 12 metros los que van a ocupar para colocar el tubo, son 12.5 metros de cada lado: en total 25. Ésa es nuestra preocupación. Nosotros somos pequeños productores de café; entonces, esos 25 metros nos afectarían mucho.

Por otra parte, la empresa TransCanada, en conjunto con el gobierno, han dicho que no somos indígenas: eso es lo que nos da coraje, porque la mera verdad, nosotros, ¿cómo no vamos a ser indígenas? Siempre hemos sido una comunidad netamente indígena. Tenemos muchas tradiciones y no queremos que se pierdan, porque de por sí se han estado perdiendo por la migración que hay, porque no hay trabajo. La mitad de los habitantes de San Nicolás están en Estados Unidos.

Esas personas de la compañía, cuando llegaron aquí, entraron y no pidieron permiso. Cuando nos dimos cuenta, ya andaban por ahí midiendo, entrando por las milpas, las huertas, los frijolares, por los chilares… ¡Sin permiso! Es ese coraje que nosotros tenemos.

Conocemos nuestros derechos, sabemos que existen los convenios, artículos constitucionales, también leyes del estado.

Nosotros, con lo poco que hemos aprendido en las capacitaciones que hemos recibido, aunque los de la empresa digan que no van a causar daño o que no va a traer ninguna consecuencia mala, eso no es cierto, porque, a lo mejor, al pasar esos tubos, de momento puede ocurrir alguna explosión, que con el tiempo puedan explotar los tubos. Además de que se contaminaría el aire y, al contaminar el aire, dañaría la flora, la fauna, contaminaría los manantiales… y ahí es donde van a venir las enfermedades. Esa es nuestra mayor preocupación.

La fundación de nuestro pueblo, a ciencia cierta, en lo particular, no se sabe. Pero uno de los abuelos que casi vivió 110 años, porque nació por 1830-1840, fue uno de los primeros pobladores de aquí de San Nicolás, así es cuando se funda un pueblo, cuando eran pocos habitantes. Poco a poco se van aumentando. No se sabe en qué año se fundó la comunidad. Pero su creación fue cien por ciento indígena. No había raza mestiza. Después es que ya existió la raza mestiza, un poquito por lo mismo que la educación hace los cambios —lento, pero sí.

Por otra parte, la empresa TransCanada, en conjunto con el gobierno, han dicho que no somos indígenas: eso es lo que nos da coraje, porque la mera verdad, nosotros, ¿cómo no vamos a ser indígenas?

La lengua indígena de aquí de San Nicolás es el otomí, el ñuhú, más el español que viene siendo una lengua adicional que se ha aprendido en la escuela y también en la cabecera municipal en Tenango de Doria. Antes los habitantes de Tenango hablaban puro otomí, pero, cuando entró el comercio, llegaron los comerciantes, se establecieron y eran de raza mestiza y ahí es donde se fue mezclando la raza y en casos se fue eliminando o casi. Hubo un cambio en el caso del idioma. Porque quiéramos o no, a fuerza la escuela es la que da el cambio, es el motor del cambio. Sin educación, no hay cambio. O sea, que desapareció la lengua indígena en la cabecera municipal y floreció el español. Aquí en San Nicolás, como vivimos en una comunidad fuera del municipio, pues va habiendo cambios, pero más lento. En Tenango está la primaria, la secundaria, el bachillerato, la universidad intercultural o la UPN. “Ya no quiero hablar otomí” o “me da pena,” cuando no debe ser, porque es parte de la riqueza de nuestra gente nuestra lengua.

Entonces, no hay que hacer tanto caso de lo que dice la gente y más si se burla de la gente indígena. Vamos a tomar el lado bueno de la cultura. Nosotros seguimos hablando nuestro otomí; estamos contentos: trae buenas ideas, una buena formación cultural también. Porque se sabe inyectarle los valores morales a la niñez y a la juventud, si queremos ver por ese lado.

No hay que hacer caso de lo que dice la gente y más si se burla de la gente indígena. Nosotros seguimos hablando nuestro otomí; estamos contentos: trae buenas ideas, una buena formación cultural

Sinceramente no sabemos muy bien cuántos años tiene la comunidad desde que se originó; sólo que venimos de otros pueblos que, por situaciones de batallas y guerras, nuestros ancestros vinieron hasta acá donde se refugiaron en las montañas, donde no nos encontrarían, donde ellos querían que su cultura permaneciera. Entonces, algunos vinieron de unas montañas de por allá y después se vinieron acá. Hay un lugar, le dicen “Iglesia Vieja”, así le decimos en español; en ñuhú es Dónija que es “templo mayor” o “templo sagrado”. Después de allá, de la Iglesia Vieja, se vinieron para acá, donde ahora estamos establecidos, porque allá faltaba agua, casi no había. Entonces, se desplazaron para acá y aquí ya se fundó bien lo que es San Nicolás. No sabemos cuántos años, pero ésa es la historia. Siempre hemos sido una comunidad netamente indígena. Podemos decir que tenemos muchas tradiciones y que no queremos que se pierdan, porque de por sí se han estado perdiendo por la migración que hay, porque no hay trabajo. Entonces, la mitad de los habitantes de San Nicolás están en Estados Unidos. Por eso ha cambiado un poco la cultura, porque traen otras tradiciones, otro tipo de vestimenta.

Con este megaproyecto, pues estaríamos peor. No queremos que nos desaparezcan como cultura ñuhú. El gobierno ya conoce todo esto, solamente que le conviene que pase el gasoducto. No es que no conozcan las leyes: ellos ya lo saben, pero nos quieren pisotear: “Son indígenas; no saben nada. Yo les puedo hacer lo que yo quiera;” pero no. Sí conocemos nuestros derechos, sabemos que existen los convenios, artículos constitucionales de los Estados Unidos Mexicanos y también estatales. Sí los conocemos. Que ellos no quieran protegerlos es otra cosa.

Aquí tenemos tres clases de tierras: propiedad, ejido y común. Cada una de estas tenencias tiene sus características. El trazo del gasoducto pasa por los tres. Pasa por tierras comunales, ejidos y por pequeñas propiedades.

La pequeña propiedad tiene como característica que la puedes vender a la hora que tú quieras o si quieres rentarla a otra persona o si la quieres explotar no hay ningún problema. En cambio, en tierras ejidales, antes se tenían que respetar las leyes ejidales de que, si tú eres dueño de una parcela, dos o tres parcelas, entonces tienes que sembrarlas, porque, si no las siembras o no las ocupas, te las podían quitar y no las podías rentar.

Las tierras comunales son parcelas. Son de 75 por 75, en el ejido son 100 metros cuadrados. Son las medidas que se le dio a cada uno de los que sembraban en aquel entonces. Se dice “comunal,” porque es del pueblo. A la vez, al que le dieron su parcelita, es de su propiedad, pero a la vez también no, porque decimos que es de todos, es del pueblo.

A los que eran los jornaleros que no tenían dónde sembrar, la comunidad les concedió un pedazo. Como bien se dice: “la tierra es de quien la trabaja”. Entonces ellos, porque habían sido siempre jornaleros, no tenían una pequeña propiedad y entonces la comunidad les prestó para sembrar. Pueden sembrar cada año, pero si dejan de sembrar, se la pueden pasar a otra persona, porque ven que no la están utilizando.

Aquí hay ejidos y tierras comunales. No es que sean dos regímenes, sino que les habían dado ejido y, al darles ejido, ellos a su vez, a la gente que no tenía terreno, le dieron tierra comunal. De sus terrenos comunes, que de por sí hay terrenos que son parcelas individuales o familiares en un ejido, que son las “dotaciones” que le dan a cada familia y además un terreno común. De ese terreno común repartieron comunalmente a gente que no tenía tierras. Pero no es que sean dos regímenes diferentes. Son ejido, pero dentro de ese ejido, en su arreglo interno hicieron esto.

Ahora el gobierno federal trata de deshacer los ejidos y las tierras comunales, y las quiere acabar: los quiere convertir en pequeña propiedad para a lo mejor deshacer a las organizaciones, para que sea más fácil para el gobierno después venderlas.

Adentro del ejido ahí trabajan todos los indígenas, todos los campesinos; ahí trabajan algunos o los mayores siembran maíz, frijoles, chiles, tomate. Algunos tienen cafetal. Ahorita, la mayor parte tiene cafetal. Los bosques, los manantiales donde consumen agua todos los campesinos, son los gobiernos los que ellos mismos destruyen, porque es una destrucción lo que hacen, pues son vende-patria. Nos están pisoteando nuestro derecho indígena. Pero dentro de esta lucha, dentro de esta defensa, sabemos que existe, en primer lugar, el Código Agrario, la ley, la Constitución y también el Convenio 169 existe.

Nosotros como mexicanos, nosotros los indígenas de esta localidad, tenemos usos y costumbres: la manera de cómo elegir a nuestro delegado. Existe una organización interna en la que el delegado tiene que colaborar con la asamblea comunitaria para acordar algunas actividades prioritarias que pasan a beneficiar el desarrollo de la comunidad (la educación, la ampliación de la energía eléctrica, a lo mejor el drenaje, la pavimentación de una calle). La asamblea comunitaria hace que se reúnan, recuerden qué trabajo se tiene que hacer para el desarrollo mismo de la comunidad y esa organización nos trae nuestras cosas buenas, porque gracias a esa organización tenemos la carretera de Tenango a San Nicolás. Se invirtió 36 millones de pesos por los 7.5 km de Tenango a San Nicolás y a varios nos tocó ser parte en la gestión de esa obra.

Nuestros derechos ya los conocen desde nuestros bisabuelos, nuestros abuelos, nuestros padres y nosotros. Ahora estamos siguiendo esta lucha, porque no queremos que pase a destruir nuestro territorio, aunque el gobierno está pisoteando nuestros derechos, nosotros estamos fiel dentro de esta lucha. Son 459 pueblos que son indígenas, afectados; por eso ahorita no queremos dejar pasar el gasoducto, porque es una destrucción para los diferentes pueblos.

San Nicolás viene siendo un ejido, pero con cuatro terrenos diferentes, con cuatro “anexos”. Cuando los campesinos echaron al terrateniente, se organizaron entre tres pueblos: San Nicolás, San Pablo El Verde y la comunidad de El Nante. Se organizaron así en organización tipo militar para derrocar al cacique entre el año 1934 y 1940, cuando recién había llegado al poder el general Lázaro Cárdenas. En esa época fue que entraron los campesinos y tomaron las tierras.

Se armaron los que no tenían armas para derrocar al rico y de esa manera pudieron cumplir el objetivo de recuperar las tierras.

Se llamaba Santos Patricio y había arrebatado algunas tierras o había comprado algunas, pero se volvió malo con la gente y de ahí surgió el rencor, el odio entre el pueblo proletariado. A veces abusaba en la tienda de raya, les pagaba con mercancía pero no les daba dinero. Les otorgaba préstamos, pero casi nunca tenía fin. Uno de los señores grandes cuenta que él tenía un terreno por acá por el Madoce, que le dicen, “el lugar donde cae el hielo”, que colindaba con su terreno del rico, y como que amenazándolo le decía: “si no me lo vendes, regálamelo o te lo voy a quitar de un tiro”. El terreno de mi abuelito tenía manantial.

Pero la historia es interesante porque los ricos que no eran tan ricos —que eran poco ricos—, se asociaron, financiaron que el campesinado tomara las tierras del mero rico. Y ya con eso crecieron ellos también porque de otra manera los opacaban.

Ahora TransCanada es la que nos va desplazar de nuestra tierra. Hemos participado en varias reuniones en Pahuatlán, Puebla. Fueron citados por el presidente municipal los señores de San Pablito y otras comunidades, donde les informó que les iban a pagar que si 40 o 50 pesos por metro cuadrado. Pero que el presidente municipal “muy buena gente, había negociado y le iban a pagar 70 pesos por metro cuadrado, que porque era bien buena gente”. Entonces, ahí es donde nos trataron de convencer. Nosotros no quisimos hablar, porque a lo mejor podríamos causar un problema a los de Puebla —porque nosotros llegamos de Hidalgo—, pero quisimos saber cómo se protegen o defienden los derechos en ese caso. Fuimos y ya vimos un montón de gente de San Pablito y de otros lugares que fueron a Pahuatlán en contra de la empresa, el gasoducto y el presidente municipal. De esa manera, pues, las comunidades del municipio de Pahuatlán conjuntaron muchas fuerzas para contrarrestar la fuerza del presidente municipal para pasar el gasoducto y de esa manera se fue para abajo. Aquí en San Nicolás, hizo lo mismo el presidente en 2017. Vino aquí y nos quería convencer: “Señores, vengo a verlos, a hablar con ustedes: qué bueno que ya sólo queda San Nicolás y Santa Mónica. Entre los dos se van a dividir 80 millones de pesos; va a haber mucha lana…”, o sea, nos quería convencer. Y le dijimos: “señor presidente, si nos permites opinar: tu papel como presidente municipal es buscar el bien colectivo de las comunidades del municipio, de tu municipio”, y le dijimos: “nosotros te vamos a aplaudir pero cuando pidas al gobierno federal o estatal obras para beneficiar a la comunidad; pero si vienes a negociar que pase el gasoducto, que nos van a dar un dinero y esto que el otro, no te vamos a aplaudir —porque nosotros, los pueblos indígenas, somos autónomos. Somos nosotros los que vamos a ver si pasa o no pasa. Nada tiene que ver que nos vengas a decir, que nos quieras convencer para que pase el gasoducto. En ningún momento. No te vamos a aplaudir. Al contrario, te vamos a contrarrestar, porque nosotros los pueblos indígenas somos autónomos. Si decimos que sí, pues va a pasar. Si decimos que no, no pasa. Así que mejor haz bien tu papel, haz tu gestión para beneficiar a las comunidades del municipio, no para perjudicar”. Entonces, se enojó: “entonces, piensan que estoy haciendo un trabajo que no me corresponde…”. Pues le llevamos la contra al presidente municipal, porque sin falta alguna nos quería convencer y según va a venir después para tratar de convencernos. Pero, aparte de eso, para culminar un poquito esto: nosotros tenemos una demanda. Por lo tanto, no nos desmoraliza, aunque nos cansamos física o económicamente, pero voluntad existe para seguir adelante en la batalla y va bien. Por lo tanto, pensamos que, aunque venga el presidente de la República, aunque venga el gobierno del estado, no nos hace nada, no nos espanta. ¿Por qué? Porque es un derecho. La Organización de las Naciones Unidas le ha dado a todos los países del mundo donde existen los pueblos indígenas que deben ser protegidos por los gobiernos, no esclavizarlos o explotarlos, como al revés lo quieren hacer aquí en México con relación a las nuevas leyes de Reforma, que en vez de beneficiarnos, nos perjudican.

San Pablo el Grande, Los Tenangos..., p 88

La región donde surgen los bordados que la gente conoce como “tenangos” la forman tres municipios. Los habitantes de estos tres municipios están bordando ahorita, ya aprendieron. Aprendieron las gentes de otras comunidades. Hay quienes dicen que los primeros “tenangos” eran de aquí, de San Nicolás Tolentino. Pero como el municipio es Tenango de Doria, por eso le comenzaron a decir “tenangos”.

También fue porque había gente que se iba a México a vender. Don Serafín es el que nos ha contado. Se iban a vender y allá les preguntaban de dónde eran y no decían: “nosotros venimos de una comunidad que se llama San Nicolás”. Decían: “venimos de Tenango de Doria”. De ahí surgió. Pero nunca dijeron: “venimos de una comunidad que se llama San Nicolás”, sino que dijeron “venimos de Tenango de Doria”.

A estos bordados se les llama Edidesní: “Edi” es bordado; “Desní” es San Nicolás. Pero ya no tenemos el nombre originario de aquí: es “desní”: el lugar donde crecen los pinos. Más que pinos, sabinos, porque es bosque mesófilo. Había antes, son árboles muy antiguos. En realidad hay poco pino. Estos bordados son la representación de la biodiversidad que tenemos, tanto de la fauna y la flora. Ésa es la inspiración de los que empezaron a hacer todo eso: empezaron a plasmar figuras de la comunidad o de su ambiente —de lo que veían, de las plantas y todo eso.

Hay dos versiones de cómo surgió: una es que en El Cirio, donde habitaron antes nuestros antepasados, hay pinturas rupestres y dicen que de ahí nació eso de plasmarlo en una tela y luego bordarlo; y dos: que una señora, que la abandonó su esposo, la abandonó porque ella tenía puras hijas y él quería un varón. La señora se quedó en la calle sin casa —la corrieron, más bien– y empezó a dibujar, a bordar. Se fue creo que a Pahuatlán a venderlos. Como vio que sí vendió, sí le pagaron, empezó a hacer más y ya con el tiempo otras señoras fueron viendo y comenzaron. Esto es originario de aquí, de San Nicolás, nada más las de aquí lo hacíamos; pero como comenzaron a hacer más pedidos, los de aquí comenzaron a darle a los de San Pablo, Peña Blanca y ahorita casi todo el estado de Hidalgo lo hace.

¿Qué pasó con el gobierno de México? Que quiere hacer una destrucción adentro de nuestro territorio, pero nosotros como campesinos, como indígenas no nos desmoraliza, aunque nos cansamos física o económicamente, la voluntad existe para seguir adelante en la batalla.

Pero a ellos no les importa si nosotros bailamos en los cerros, si adoramos el agua. No les importa: ellos sólo quieren dinero.

Nosotros tenemos una demanda. Lo que nosotros queremos es que se cancele el proyecto del gasoducto, porque a nosotros no nos beneficia nada. Bien dicen acá las personas más mayores: somos pobres y a lo mejor ya no vamos a llegar a ser ricos, pero por lo menos queremos estar sanos. No queremos contaminación, ni de agua, ni de aire, ni de suelo. Si comemos quelites, pero que sean limpios. Si tomamos agua de manantial, que sea limpia, y si respiramos aire, que sea limpio también. Estamos orgullosos de estar aquí.