Zapatismo: la renovación de la izquierda

28 de diciembre de 1999

Hace seis años que el EZLN surgió a la vida pública. En noviembre de 1983 nació en las montañas del sureste mexicano. Durante diez años creció en las profundidades de las comunidades indígenas de Chiapas.
Se alimentó de la profunda recomposición del mundo rural iniciada en 1974. Heredó la tradición agrarista y libertaria de los primeros años del siglo XX mexicano organizada en torno al magonismo y al viejo zapatismo.
En sólo 72 meses se ha ganado un lugar relevante en la política nacional y ha influido en la recomposición y redefinición de la izquierda en el mundo. No hay político mexicano vivo más conocido y con mayor ascendencia internacional que el vocero del EZLN, el subcomandante Marcos. Sus escritos han sido traducidos, publicados y leídos en multitud de lenguas.
Toda izquierda que prescinde de la utopía termina haciendo una política de derecha. El zapatismo ha renovado la utopía y con ella la esperanza de la izquierda. Si se le escucha dentro y fuera de México no es sólo por el resplandor al culto de los fusiles que sobrevive en algunos sectores, sino porque su mensaje dice algo.
Dice algo porque, por principio de cuentas, se atrevió, en el reino de la conformidad, a nombrar lo intolerable, y --como dice John Berger-- esto es en sí mismo la esperanza. Porque han fundido la política y el coraje. Porque, sea cual sea su destino final, han emprendido una gran cruzada pedagógica: la educación del deseo entendido como "enseñarle al deseo a desear, a desear mejor, a desear más, y sobre todo a desear de un modo diferente".
Dice algo porque su palabra muestra la pervivencia y fecundidad de un lenguaje que retoma y desarrolla las facultades imaginativas del pensamiento emancipador que abreva en la práctica de nuevos sujetos políticos: los pueblos indios y la sociedad civil. Dice algo porque reivindica la autoconciencia moral y el vocabulario relativo al deseo, porque proyecta imágenes de futuro, y se enfrenta al paraíso terrenal del utilitarismo. Porque estimula los sueños de transformación de quienes se resistían a la idea de que había que cancelar todo afán de transformación social.
La palabra zapatista dice algo porque hace de la refundación ética de la política uno de sus principios de acción básica. Y, de acuerdo con Giovanni Sartori, "izquierda es la política que apela a la ética y rechaza lo injusto". Dice algo porque, en una sociedad basada en la negación de la dignidad, la reivindica como el rechazo a aceptar la humillación y la deshumanización, como la negativa a conformarse, como la no aceptación del trato basado en los rangos, las preferencias y las distinciones, como la exigencia de ser juzgado por cualquiera.
Dice algo porque en la difícil y tortuosa transición hacia la democracia en México, los zapatistas han hecho aportes de peso a ella: han metido a los pueblos indios a la disputa por la nación, han facilitado la conversión de los invisibles en actores políticos, han potenciado la influencia de la sociedad civil, se han convertido en un polo de atracción y coherencia para los excluidos del sistema, han sentado las bases para la recomposición de la izquierda y han creado condiciones para la regeneración de la política desde una perspectiva ética.
Una parte de sus planteamientos tales como la búsqueda de valores aceptados por la colectividad apoyados en el cimiento de la vida social, el papel del diálogo en su establecimiento, la constitución de los sujetos políticos alternativos, la exigencia de dignidad, la lucha por todos los derechos para todos, incluido el derecho a la diferencia, la confluencia entre lo social y lo político, la combinación de la lucha étnica y la lucha democrática, la renuncia a buscar conquistar el poder y su interés por transformarlo, y el papel de la soberanía popular se inscribe plenamente en el terreno de la renovación de la izquierda.
El zapatismo ha recordado que ser de izquierda significa sentirse ligados a todos aquellos que luchan por la propia liberación, que no aceptan sin más la determinación desde arriba de metas y objetivos, y luchan, juntos o solos, por la eliminación de todas las formas de dominio.
Más allá de sus limitaciones programáticas, de su dificultad para influir en coyunturas nacionales decisivas, del cerco militar que sufre, la política rebelde ha puesto sobre la mesa de discusión nacional la necesidad de refundar la izquierda sobre nuevas bases. Sin renovación la izquierda no tendrá futuro.